Checoslovaquia y un “divorcio de terciopelo” que acercó más a dos naciones

La Puerta de Matías y la bandera de la UE en el Castillo de PragaEl 31 de diciembre de 1992 a medianoche, bajo el estruendo atronador de petardos y el chasquido de botellas rotas, en Praga y otros rincones de Checoslovaquia vivíamos el fin pacífico de una federación de dos repúblicas, que al cabo de los años, vuelven a sentirse más unidas que nunca.

Con este “divorcio de terciopelo” se puso fin a una convivencia de 70 años bajo el mismo techo, pero que estuvo con frecuencia acompañada de denuncias de agravios comparativo y “Pragocentrismo” por parte de los eslovacos. Existía la sensación de que la parte checa de la federación acaparaba la mayor parte de las inversiones

Como ejemplo de esa supuesta discriminación, los políticos eslovacos llegaron a esgrimír que Bratislava carece de red subterránea de Metro, una infraestructura urbana que, en realidad, a mi no parece tan necesaria por el tamaño y número de habitantes de la ciudad.

Al margen de agravios comparativos, lo cierto es que Eslovaquia, desde la ruptura de la monarquía austrohúngara en 1918, soñó con su propio estado.

Y fue algo que se hizo realidad en la II Guerra Mundial, cuando esta pequeña nación eslava inició una aventura en solitario con la venia de la Alemania de Adolfo Hitler, que hizo de la ruptura de Checoslovaquia un objetivo.

“Con la división de la federación checoslovaca se perdió parte de la fuerza internacional, pero estoy convencido que fue positivo e inevitable para las dos naciones”, señaló mi amigo Jan Hejl, del portal de periodismo de investigación “Aktualne.cz”.

El padre de Checoslovaquia, Tomáš Garrigue MasarykLa división no estuvo salpicada por brotes de violencia, a diferencia de Yugoslavia o la URSS, y fue desencadenada por la declaración unilateral del parlamento de Eslovaquia, acogiéndose al derecho de autodeterminación del preámbulo de la Carta Magna de 1990.

Sin que mediara referendo ciudadano alguno, los dos gestores de la separación, el economista neoliberal Václav Klaus, en representación del gobierno checo, y el abogado ultranacionalista Vladimir Meciar, al frente del ejectuvo eslovaco, se pusieron manos a la obra para acordar la repartición del patrimonio federal.

Lo hicieron amistosamente a la sombra de un árbol en la funcionalista Vila Tugendhat de Brno. Eso sí, ignoranto el sentido de la población y el hecho de que, en una recogida de firmas, más de dos millones de checoslovacos quisieron que se convocara una consulta pupular.

Han pasado unos cuantos años de eso. Con las dos antiguas repúblicas hermanas hoy en la OTAN y la UE, y unas cifras de crecimiento económico y empleo envidiables, algunos se acuerdan sin embargo de que el inicio del camino en solitario no fue una panacea, sobre todo para los eslovacos.

El Castillo de Bratislava“La división de la federación fue muy dañina para Eslovaquia en los primeros años”, afirma Michal Husek, informático de Bratislava que estudió y vive en Praga, y recordó esa experiencia errática con Mečiar al frente del nuevo país, al que empezó a alinear con la Bielorrusia de Alexander Lukashenko y la Serbia de Slobodan Milosevich.

“Autocracia, mafia y robo del Estado”, según Husek, fueron los males que mermaron el avance del país durante esos primeros compases, aunque reconoce que la separación tenía que llegar.

En la otra república, Chequia, las cosas iban mejor y el país se dedicó a emprender con éxito reformas económicas y crear condiciones de mercado libre tras cuatro décadas de economía centralizada sin libre empresa.

Los hitos de este éxito, una modélica ruptura y un tránsito a una economía dinámica, fueron explicados por el euro escéptico Klaus cuando acudió a Catalunya en abril, invitado por la Generalitat, para abordar también cómo construir un nuevo Estado.

Klaus aseguró entonces que no está a favor de divisiones ni tiene intención de exportar su experiencia, sino mostrar cómo hacerlo.

“Es fácil hacerlo si hay voluntad, si las personas se ponen de acuerdo”, dijo Klaus, que ofreció asesorar a Londres en el “brexit”.

El Puente Nuevo que cruza el Danubio en BratislavaA los 25 años de “divorcio de terciopelo”, Klaus ha alertado sobre la situación que atraviesa Cataluña, y ha sido muy crítico en como Madrid disolvió el referéndum ilegal del 1 de octubre.

A diferencia del caso español, “en ningún momento caímos en rencillas y sabíamos que era necesario ceder y hacer compromisos. El desarrollo de estos 25 años nos ha dado la razón”, aseguró.

Quizás la ruptura de Checoslovaquia pueda servir de analogía para el caso español. El problema es que es sólo una analogía.

Los primeros ministros de Eslovaquia, Robert Fico, y de Chequia, Andrej Babiš, han asegurado hace poco que Madrid y Barcelona deberían tomar nota de los ocurrido en esta federación de repúblicas eslavas hace una cuarto de siglo. Y de que lo suyo fue algo modélico y una historia de éxito.

El problema es que en las elecciones de 1992 en Eslovaquia ganó Mečiar y en las del 21 de diciembre en Cataluña, ganó Inés Arrimadas. Y con esto lo digo todo.

Por lo demás, es cierto que la historia de Checoslovaquia acabó bien y sin aspavientos. Hoy el primer ministro checo es Andrej Babiš, un millonario de origen eslovaco, y la alcaldesa de Praga Adriana Krnačova, del mismo origen y partido que Babis.

El estandarte presidencial del Jefe de Estado checoEn 2014 se permitió la doble ciudadanía y eso ha contribuido aún más a que los eslovacos sean el grupo extranjero más numeroso.

Su número en estos últimos diez años se ha multiplicado, hasta alcanzar las 110.700 personas, de los cuales 46.800 tienen residencia fija y 63.900 temporal, aunque sólo representan el 1% de la población total, según datos del Ministerio de Interior.

Los eslovacos eran a finales de 2016 la fuerza laboral extranjera más importante, y de los cinco mil matrimonios mixtos que se celebran cada año, un tercio tiene lugar entre parejas checo-eslovacas.

“No consideramos extranjeros a los eslovacos”, asegura en este sentido la socióloga Jirina Siklova al diario “Mlada Fronta Dnes”.

Y en las universidades checas estudian hoy 22.000 jóvenes de la antigua república hermana, que representan más de la mitad de todos los estudiantes extranjeros, y al estudiar en checo no pagan.

La cuestión es si tras la división sigue existiendo algo llamado “mentalidad checoslovaca”, a lo que Hušek afirma que sí.

“Existe internet en inglés, alemán, francés, pero no existe internet en checo y en eslovaco por separado. Este es checoslovaco y surgió tras la ruptura de la federación. Los ‘blogs’, foros, páginas de estilo de vida para jóvenes están unidos de forma natural y espontánea”, apostilló Hušek, que también se refirió a una escena musical compartida.

01. 01. 2018

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